El epicureísmo y el estoicismo
El epicureísmo, fundado por Epicuro de Samos, propuso un ideal de vida basado en la búsqueda del placer, pero no como muchos creen. Lejos de promover los excesos, Epicuro desarrolló un "hedonismo mitigado" que distinguía entre dos tipos de placeres: los "placeres del movimiento" (sensoriales) y los "placeres del reposo" (espirituales).
Los placeres sensoriales, como comer, surgen de desequilibrios y necesidades físicas. Satisfacerlos es necesario, pero buscarlos en exceso genera sufrimiento. En cambio, los placeres del alma provienen del equilibrio físico y espiritual. Para Epicuro, la verdadera felicidad consistía en la ataraxia (tranquilidad del espíritu), alcanzada mediante la eliminación de deseos innecesarios.
La propuesta epicúrea nos enseña a distinguir lo necesario de lo superfluo, eliminando así los temores humanos como el miedo al destino, a los dioses o a la muerte. Esto nos permite vivir guiados por la razón y la virtud, encontrando paz mental.
El estoicismo, fundado por Zenón de Citio y continuado por pensadores romanos como Séneca y Marco Aurelio, concebía el mundo regido por la Razón divina (Logos). Esta visión llevaba a un determinismo donde todo está establecido, haciendo inútil cualquier intento de cambio. La virtud moral consistía en vivir de acuerdo con esta naturaleza racional.
🌟 El estoicismo sigue siendo relevante hoy día: cuando aprendas a distinguir entre lo que puedes controlar (tus pensamientos y acciones) y lo que no (las circunstancias externas), experimentarás mayor tranquilidad en tu vida diaria.
Los estoicos buscaban el control racional de los sentimientos para alcanzar la apatía (insensibilidad ante las pasiones), librándonos del apego a cosas y personas. Esto nos permite vivir el presente y alcanzar la serenidad, que para ellos constituía la única felicidad moralmente aceptable.