Ana Ozores: recuerdos y sueños
Ana Ozores se nos presenta en la intimidad de su dormitorio, donde podemos ver tanto su belleza física como su vulnerabilidad emocional. Su ritual nocturno, dejándose caer sobre la cama "con los brazos tendidos", revela un lado sensual que mantiene oculto al mundo exterior, especialmente a sus confesores, quienes desconocen este "abandono" que ella nunca ha considerado "materia de confesión".
La mención de una "confesión general" despierta en Ana profundos recuerdos de su infancia marcada por la ausencia maternal. Esta carencia ha definido su vida emocional: "Tal vez de esta desgracia nacían sus mayores pecados". La costumbre de acariciar la sábana con la mejilla es un gesto que conserva desde niña, cuando lloraba sola en la oscuridad sin el consuelo de una madre.
Ana recuerda cómo, de pequeña, buscaba sustitutos del calor maternal que nunca conoció: un perro de lanas donde apoyaba su mejilla, montones de hierba en los prados, y principalmente, los cuentos que ella misma se inventaba. Estas memorias revelan una niñez llena de carencias afectivas pero también una gran capacidad para sobrevivir emocionalmente.
💡 La Regenta adulta siente una extraña nostalgia por aquella niña que fue: "la admiraba y le parecía que su vida se había partido en dos". Irónicamente, considera que la niña era más fuerte y enérgica que la mujer en que se ha convertido.