El fatal desenlace
Cuando Berta descubrió a sus hijos mirando cómo mataban a la gallina, los echó bruscamente de la cocina. Ni siquiera en momentos de felicidad reconciliada podía soportar ver a los "monstruos", como los consideraba en sus pensamientos.
Después de almorzar, la familia salió. La sirvienta fue a Buenos Aires, y el matrimonio a pasear por las quintas con Bertita. Al regresar, Berta se detuvo a saludar a unas vecinas mientras su hija corría sola a casa, donde los cuatro idiotas seguían inmóviles en su banco.
La pequeña Bertita, curiosa, intentó trepar el cerco utilizando una silla y un cajón. Mientras se esforzaba por subir, sus hermanos la observaban con una mirada extrañamente animada. Algo primitivo despertó en ellos al verla luchar por mantener el equilibrio.
Lentamente, los cuatro se acercaron al cerco. Cuando Bertita estaba a punto de pasar al otro lado, la agarraron por la pierna. Sus gritos de auxilio fueron apagados rápidamente. Los hermanos la arrastraron hasta la cocina, donde esa mañana habían visto desangrar a la gallina, y repitieron el acto con terrible precisión.