El deterioro inevitable
Los conejitos empiezan a destruir la casa perfecta de Andrée. Han mordido libros del estante de abajo, roto un poco su lámpara de porcelana con mariposas y caballeros antiguos. Él trata de reparar todo con cemento especial de una casa inglesa, pero es una batalla perdida.
Su rutina es extenuante: a las 5 de la mañana los encierra en el armario y limpia todo - recoge trébol, hojas, pelos blancos, tratando de que Sara no note nada. Mientras tanto, se le atrasa el trabajo (traducciones de Gide y Troyat) y no puede responder cartas importantes.
Su único consuelo era que eran diez y ya no más - hacía quince días que no vomitaba ninguno nuevo. Los ve crecer, volverse adolescentes "feos y llenos de urgencias y caprichos". Saltan sobre el busto de Antinoo y crean ruidos resonantes que lo obligan a echarlos del living por miedo a Sara.
La carta se interrumpe porque debe ir a una reunión de trabajo, pero cuando regresa todo ha cambiado para siempre.