La calidad del diálogo democrático
¿Cuál es la calidad del diálogo en el debate sobre el lenguaje inclusivo? Esta pregunta nos lleva a otras: ¿cuál es el grado de aceptación de las críticas?, ¿cómo funciona la cortesía?, ¿cómo se argumenta? Lo que está en juego es la calidad del diálogo democrático.
Un diálogo democrático se caracteriza por la oportunidad de participar en una interacción respetuosa y creer que lo que dicen otros tiene valor. Lo fundamental es aceptar el derecho a refutar, lo que implica que toda aseveración debería poder discutirse.
Entre los actores que se han manifestado públicamente sobre el tema está Mario Vargas Llosa, premio Nobel de literatura, quien expresó en el Congreso Internacional de la Lengua Española (2019) que:
- No se puede negar la discriminación contra la mujer y eso hay que corregirlo
- El lenguaje inclusivo no resolverá el problema
- Las lenguas cambian en libertad
- No hay que forzar la lengua y evitar excesos que pueden ser risibles
Para Vargas Llosa, forzar la lengua significa imponer una "igualdad lingüística prejuiciada que desnaturaliza el lenguaje". También aclara que "las academias no crean el lenguaje, recogen lo que producen los hablantes y los escribientes". Lo que más llamó la atención fue su frase: "el lenguaje inclusivo es una aberración que no va a solucionar el problema", aunque su argumento central era que las lenguas cambian libremente.
Desde la perspectiva de la glotopolítica, se plantea que los actores emergentes que promueven guías de lenguaje inclusivo cuestionan el status quo representado por la RAE. Se considera que estas guías presentan una visión del mundo diferente a la de la Academia y cuestionan su representatividad democrática.
El debate debe discutirse más a fondo, examinando nuestra responsabilidad como sujetos activos y co-constructores de la sociedad, buscando la cooperación para lograr cambios efectivos en el lenguaje y en el comportamiento de las personas.