Perú, Paraguay y Uruguay: variantes del autoritarismo
Perú experimentó varias dictaduras, destacando figuras como Augusto Bernardino Leguía (1919-1930), quien tras llegar al poder mediante un levantamiento, cerró el Congreso, convocó un plebiscito para reformar la Constitución y ejerció un gobierno personalista conocido como "La Patria Nueva". Su administración dependió fuertemente de préstamos estadounidenses y terminó con un golpe militar en 1930.
Otro caso peruano significativo fue Alberto Fujimori en los 90s. Aunque elegido democráticamente, en 1992 encabezó un "autogolpe" civil-militar, disolviendo el Congreso, interviniendo el Poder Judicial y convocando una asamblea constituyente para promulgar una constitución a su medida. Este método moderno de instaurar una dictadura utilizó poderes excepcionales mientras mantenía una fachada democrática.
Paraguay vivió la dictadura más larga de Sudamérica con Alfredo Stroessner, quien gobernó durante 35 años (1954-1989). Tras dar un golpe de estado, fue "elegido" en ocho elecciones fraudulentas consecutivas. Eliminó los derechos constitucionales, prohibió los partidos políticos y mantuvo un régimen autoritario que sumió al país en un grave retraso económico, cultural y social.
💡 El caso paraguayo demuestra cómo una dictadura puede normalizarse y convertirse en un sistema de gobierno aparentemente legítimo cuando se prolonga por décadas.
En Uruguay, Juan María Bordaberry comenzó como presidente electo en 1971, pero en 1973 dio un autogolpe, disolviendo el Parlamento y sustituyéndolo por un Consejo de Estado. Eliminó organizaciones sociales, partidos políticos y libertades civiles, entregando cargos públicos y la justicia al ejército. Paradójicamente, fue depuesto por los propios militares cuando intentó concentrar aún más poder.