¿A quién corresponde educar?
Para Aristóteles, la educación constituye una competencia irrenunciable del Estado, de la comunidad política como tal. Esta posición se basa en dos convicciones fundamentales:
-
El fin último de la vida humana es el mismo tanto desde la perspectiva individual como desde la del Estado: que los individuos-ciudadanos puedan llevar una vida digna y satisfactoria.
-
Esta forma de vida digna solo puede conseguirse en el seno de una sociedad política, integrado en el marco de una vida ciudadana.
Por ello, Aristóteles establece varios principios fundamentales sobre la regulación de la educación:
Primero, la educación debe ser pública y la misma para todos los ciudadanos. El argumento es doble: la unidad del fin del Estado exige un mismo tipo de educación, y la pertenencia de los ciudadanos a la ciudad requiere una educación común que favorezca su integración.
Segundo, la educación debe acomodarse a los principios constitucionales del Estado. Para Aristóteles, la politeía (constitución) no es solo un documento jurídico, sino la expresión de valores y formas de vida compartidos por los ciudadanos. Educar conforme a estos valores fortalece y mejora el régimen político.
Tercero, la educación debe orientarse fundamentalmente a la paz y al ocio. A diferencia de Esparta, que educaba exclusivamente para la guerra, Aristóteles propone educar para actividades nobles y placenteras que pueden realizarse en tiempos de paz. El ocio no es inactividad, sino tiempo libre para realizar actividades culturales vinculadas con el ejercicio de la racionalidad.
💡 Esta propuesta aristotélica sigue siendo relevante en nuestra "civilización del ocio", donde el tiempo libre tiende a ampliarse y necesitamos aprender a emplearlo en actividades dignas y satisfactorias.