Consecuencias de la Educación Emocional Deficiente
Cuando la familia no logra satisfacer las necesidades afectivas fundamentales de confianza, aceptación, reconocimiento y aprecio durante la infancia, se marca una profunda huella en el cerebro emocional. Estas experiencias tempranas crean distorsiones, miedos e inseguridades que afectarán las relaciones íntimas en la vida adulta.
Al llegar a la adultez, quienes no recibieron una adecuada educación emocional buscarán apoyo en personas externas, intentando cubrir esas necesidades no satisfechas, evitar el dolor emocional y mantener el equilibrio. Esta búsqueda externa los lleva a ceder su poder personal a otros, generando dependencias destructivas.
La persona busca en sus primeras experiencias amorosas una forma de calmar los sentimientos que le han atormentado durante años, consiguiendo quizás estabilidad psicológica a corto plazo, pero a cambio de un deterioro constante de su vida a largo plazo.
Esperanza de cambio: La psicoterapia -entendida como reaprendizaje emocional- puede cambiar estos patrones emocionales y modelar el cerebro, aprovechando su plasticidad para crear nuevos hábitos más saludables.
La adolescencia y juventud son momentos críticos de oportunidad para realizar este reaprendizaje emocional a través del desarrollo de la inteligencia emocional. Durante esta etapa, los jóvenes experimentan cambios físicos y psicológicos importantes que generan sensación de inestabilidad y crisis, haciéndolos especialmente vulnerables a conductas de riesgo y adicciones, incluida la dependencia afectiva.
Por eso resulta fundamental la creación de programas educativos que promuevan el desarrollo de habilidades psicosociales como: conocimiento de sí mismo, empatía, comunicación efectiva, relaciones interpersonales saludables, toma de decisiones, solución de problemas, pensamiento crítico y manejo de emociones. Estas habilidades, que forman parte de la inteligencia emocional, permiten a los jóvenes enfrentarse con éxito a los desafíos de la vida.